Solo para catadores

Solo para catadores

El gran cuentista peruano, Julio Ramón Ribeyro, disfrutaba de la soledad y el silencio y se solazaba en su timidez. Este perfil lo podría haber acercado a la austeridad y, en el extremo, al ascetismo. Sin embargo era un gran apreciador de los placeres mundanos. En su cuento «La Tía Clementina» (que forma parte del volumen Relatos Santacrucinos) presenta la historia de una tía que de solterona fija, pasó a bien casada y después a viuda estoica.

Cuando ella muere, la familia, recuperada del trauma de la pérdida, se reúne para escuchar la lectura del testamento. «A mi familia la receta del queso de naranja: dos tazas de ….» y «mis bienes los lego en su integridad al Papa, con la condición que haga misas diarias en el Vaticano por mi alma …».

La familia impugnó el testamento logrando finalmente los herederos, que eran más de cien, recibir lo suyo. Ribeyro, uno de los beneficiados, cuenta: » A mí (me tocó) lo suficiente para comprarme diez cajas de un excelente Larcis Ducasse 1982, Grand Cru, Saint Emilion que me duraron sólo tres meses».

 

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